Básicamente, el cine trata de una serie de fotografías que puestas a una velocidad determinada una después de otra generan la ilusión de movimiento. Bajo este concepto, el cine es ilusión. Los hermanos Lumière y el mismo Georges Jean Méliès sabían la naturaleza de esta práctica y pusieron a disposición de la cinética el talento de los fotógrafos.
Los mejores cineastas trabajan como fotógrafos, es decir, relatan una historia a partir de la imagen, de un fragmento del mundo, de un fotograma o una intención. Para esto producen un storytelling, ejercicio mediante el cual cuentan una historia a grandes rasgos, cuadro por cuadro, para ejemplificar lo que sucede en escena.
En el storytelling se compone el encuadre de la imagen, lo que quedará dentro y fuera del marco. Además, en este se ejemplifica cuál será la perspectiva, el punto de vista de la cámara, a qué aspecto le pondrá énfasis el autor.
Además, los diferentes cuadros del storytelling son todos una fotografía en sí mismos. En este se expresan los enfoques y los fuera de foco, lo que se enseñará por detrás de la acción y cómo se relacionan las escenas.
De esta forma, se construye un relato en movimiento, la ilusión del paso del tiempo mediante un recurso coherente que incorpora el lenguaje fotográfico en pro del lenguaje del cine. Por esto mismo, los mejores cineastas son grandes fotógrafos, grandes compositores y grandes artistas en general. No hay que mirar despectivamente la ejecución de este arte.