La fotografía es un arte por sí misma, de esto no cabe la menor duda. Desde su creación en el siglo XIX, ha dado mucho de qué hablar debido a su representación realista en el mundo circundante, lo que la aleja de la pintura y el grabado como formas de arte. La fotografía utiliza un lenguaje indistinto y único, que toma bastante de la pintura y el dibujo, pero que añade elementos únicos, como la fugacidad del momento y las texturas de la realidad.
Sin embargo, tanto la pintura como la fotografía comparten la visión de un mundo fragmentado. Es decir, son un pedazo de la realidad que debe ser enmarcado y guardado como único. Este es el fin último de los marcos, que limitan la visión y limpian la imagen.
Lo primero es fijarse en los colores y tonalidades de la fotografía. ¿Está blanco y negro o tiene una gama especial de colores? Sí es el primer caso, lo mejor es usar un marco de color neutro, como blanco, negro o gris, y de un material minimalista, cómo plástico o metal. En el caso de que la fotografía sea más colorida, entonces es posible usar un marco más cálido, de tonalidades madera, azules y hasta con incrustaciones o adornos.
Algunas personas consideran que el paspartú es un elemento que no agrega valor a la imagen, pero esto se aleja de la verdad. El paspartú ayuda a leer la fotografía de mejor manera, esperando la imagen del marco y del contexto que la rodea, así como de otros objetos en el entorno.
El paspartú debería ser de un color similar al marco, aunque es recomendable que sea blanco o de un color muy claro, para no entorpecer la imagen. Finalmente, el buen gusto y el interés personal definirán la mejor elección del marco para fotografía.