La fotografía, al igual que la pintura, trabaja con el dilema de la figura y el fondo, es decir, sobre la forma como objeto preponderante de la imagen y lo que contextualiza dicha imagen. Este problema es artístico más que técnico, ya que se resuelve con la intuición y la experiencia.

Básicamente, el problema fotográfico en términos de lenguaje puede resumirse a una sola frase: “lo que se muestra“. Bajo esta premisa, el fotógrafo debe decidir qué es lo que deja dentro de la imagen y qué es lo que deja fuera de la imagen.

En la fotografía lo que se sugiere es tan importante como lo que se muestra. Asimismo, las proporciones de la forma deben tenerse en cuenta, la relación de esta con el espacio general, la posición en el plano y las direcciones generales de configuración.

Lo que se recorta en los márgenes también puede cobrar suma importancia. Estos fragmentos pueden dirigir la mirada, generar tensión y sugerir contenido acerca de una realidad fuera del cuadro.

La fotografía trabaja con la imaginación, y darle espacio al espectador es tan relevante como mostrar lo que quieres mostrarse.